Siempre escucho cosas como:
- “Es que algunos nacen inteligentes”.
- “Es que usted tiene mejor genética”.
- “Es que yo también estudio mucho, pero igualmente me va mal en los exámenes”.
Es que, es que, es que…
Podría hacer una lista infinitamente larga de este tipo de afirmaciones, pero no lo veo necesario, ya que es fácil de ver que todas refuerzan el mismo esquema de pensamiento: la culpa es de otro.
- Yo no recibí un cerebro “súper dotado”, por eso tengo un rendimiento mediocre en mis estudios o mi trabajo.
- Yo no tengo genética de un Mr. Olympia, por eso sigo con un cuerpo que odio ver en el espejo.
- El sistema de educación es pésimo, por eso me va mal aunque estudie.
Te das cuenta de lo lamentable que es esto?
Vivir culpando a otras personas, a una empresa, un gobierno, unas células o el injusto veredicto del universo por el estado de tu vida puede darte un alivio momentáneo, porque claro, si es culpa de otro, no hay nada que tú puedas hacer más que resignarte. Pero ¿es realmente esa una vida que vale la pena vivir?
Cuando le echas la culpa a algo o a alguien, también le estás dando poder. ¿No te convence? Déjame explicarme. ¿Recuerdas la frase que le dijo el Tío Ben a Peter en la película de Spider-Man? “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Bueno, ¿qué pasaría si le diéramos una vuelta a las palabras? “Una gran responsabilidad conlleva un gran poder”. Y esto es cierto en todos los aspectos de la vida. Las personas que tú admiras y tomas como ejemplo—deportistas, artistas, científicos y emprendedores exitosos—tienen algo en común: manejan niveles muy altos de responsabilidad, mucho más que el promedio de la gente.
En el momento en el que dices “esto es MI culpa”, estás asumiendo la responsabilidad de arreglar el problema, pero también el poder de la acción. Estás siendo tú quien decide el rumbo que va a tomar tu vida (o la de otros incluso).
Dicen que sin riesgo no hay recompensa, y claro que tiene sentido. Al asumir cada vez más y más responsabilidad, asumes el riesgo de fracasar y ser tú a quien todos señalen, pero en el caso de que “lo logres”, serás tú quien se lleva el premio más grande.
Empieza hoy a reflexionar sobre lo que no te gusta de tu situación actual. En lugar de buscar un culpable externo, asume la responsabilidad y piensa en lo que puedes hacer, dentro de tu control, para mejorar o cambiar esa situación.
Recuerda que nadie desea tener a su lado a un amigo, pareja, empleado o jefe que se victimice y se quede paralizado ante los conflictos. Este mundo ya está lleno de personas así; necesitamos más solucionadores de problemas. Y ser uno de ellos es algo que cualquiera puede lograr, sin importar su genética, origen o cualquier otra excusa que se pueda ocurrir.